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El 16 de abril de 1917 (3 de abril en el calen dario juliano vigente entonces en Rusia) Vladímir Ilich Uliánov, Lenin, lle gaba a la estación de Finlandia en Petrogrado (el nombre que tuvo San Peter sburgo desde 1914 hasta 1924 al considerarse que la ciudad tenía un nombre demasiado germánico). Pese al recibimiento de miles de obreros y soldados, el líder revolucionario aún era un gran desconocido para los rusos. Su prim era foto oficial no se tomó hasta enero de 1918 y a partir de su difusión p ública sufrió tres atentados, el último en agosto de aquel mismo año, que t uvo graves consecuencias para su salud. Pero aquel día de abril, Lenin subi do en un vehículo blindado en el exterior de la estación ferroviaria los em plazó a derrocar el gobierno provisional de Aleksandr Kerenski, surgido de la revolución de febrero, y realizar sin dilaciones la revolución socialist a que instaurase la dictadura del proletariado. Necesitó poco más de seis m eses para cumplir su objetivo.
El célebre pacto con los a lemanes establecía que los emigrados rusos viajarían en un vagón de tren qu e tendría derecho de extraterritorialidad. Ni a la entrada ni a la salida d e Alemania se inspeccionarían los pasaportes. Los viajeros se pagarían el b illete de acuerdo a las tarifas establecidas y no saldrían del vagón sellad o. Finalmente, Lenin, consciente de la polémica y las acusaciones que recib iría por pactar con el enemigo, se impuso la obligación de evitar hablar co n ningún alemán.
Hicieron el viaje 32 pasajeros, todos e migrados rusos excepto Platten –que sería el interlocutor con los oficiales alemanes y el revolucionario comunista Karl Rádek que tenía pasaporte aust riaco. También formaban parte del grupo Grigori Zinóviev, Inessa Armand, Gr igori Safárov y V.V. Vorovski. Los pasajeros se reunieron en un hotel de Zu rich el 9 de abril y tomaron un tren local hasta la frontera alemana. Allí, en Gottmadingen, estaba el tren esperándolos. Los emigrados rusos fueron a comodados en un vagón de segunda-tercera clase en el que también viajarían dos oficiales alemanes que recibieron la orden de permanecer en un comparti mento en el fondo del vagón, tras una línea trazada con tiza que dividía el territorio alemán del territorio ruso. Se precintaron tres puertas del vag ón, pero se dejó abierta la cuarta que estaba junto al compartimento de los oficiales alemanes. En verdad el famoso vagón sellado nunca lo estuvo. Alg unos emigrados pudieron hablar con otros pasajeros o con ferroviarios y sol dados en las estaciones donde se detuvieron, pero en general se impuso la d iscreción y el aislamiento para evitar que llegasen informaciones a Rusia d e que habían hablado con ciudadanos enemigos en territorio enemigo.
E l 12 de abril llegaron al puerto norteño de Sassnitz, en el mar Báltico. Aq uel mismo día viajaron en el transbordador Queen Victoria hasta el puerto s ueco de Trelleborg, donde fueron obsequiados con un banquete de bienvenida por colaboradores de Lenin. Al día siguiente tomaron el tren para Estocolmo . Allí fueron agasajados de nuevo, esta vez por el alcalde y otras autorida des en el que se convirtió en el primer reconocimiento por parte de oficial es extranjeros del liderazgo de Lenin. Después tomaron el tren vespertino e n dirección norte, camino de Harapanda, en la frontera septentrional con Fi nlandia. Tras varias horas de viaje, cruzaron en trineo el río helado hasta la población de Tornio. Los guardias de frontera rusos les hicieron un bre ve registro (Finlandia todavía era un Gran Ducado anexionado a Rusia) y pud ieron tomar otro tren hasta Helsinki.
Desde Helsinki los emigrados co gieron el ferrocarril para Petrogrado. En la frontera administrativa ruso-f inlandesa les esperaba Kámenev, que fue recibido con cierta frialdad por Le nin. Finalmente tras ocho largos días de viaje, el tren entraba ya de noche en la estación Finlandia de la capital rusa. En el andén formaron dos unid ades de marineros como guardia de honor de Lenin. Fuera de la estación le e speraban miles de bolcheviques, mencheviques y socialistas revolucionarios del soviet de Petrogrado. La gran mayoría nunca habían visto al líder bolch evique. Lenin se subió a un vehículo blindado y les dijo sin sutilezas que había que acabar con el capitalismo en Rusia y el resto de Europa, que el G obierno provisional les había engañado y que los auténticos socialistas no debían prestarle ningún apoyo.
El 16 de abri l de 1917 (3 de abril en el calendario juliano vigente entonces en Rusia) V ladímir Ilich Uliánov, Lenin, llegaba a la estación de Finlandia en Petrogr ado (el nombre que tuvo San Petersburgo desde 1914 hasta 1924 al considerar se que la ciudad tenía un nombre demasiado germánico). Pese al recibimiento de miles de obreros y soldados, el líder revolucionario aún era un gran de sconocido para los rusos. Su primera foto oficial no se tomó hasta enero de 1918 y a partir de su difusión pública sufrió tres atentados, el último en agosto de aquel mismo año, que tuvo graves consecuencias para su salud. Pe ro aquel día de abril, Lenin subido en un vehículo blindado en el exterior de la estación ferroviaria los emplazó a derrocar el gobierno provisional d e Aleksandr Kerenski, surgido de la revolución de febrero, y realizar sin d ilaciones la revolución socialista que instaurase la dictadura del proletar iado. Necesitó poco más de seis meses para cumplir su objetivo.
El célebre pacto con los alemanes establecía que los emigrados rusos viajarían en un vagón de tren que tendría derecho de extraterritorialidad. Ni a la entrada ni a la salida de Alemania se inspeccionarían los pasaport es. Los viajeros se pagarían el billete de acuerdo a las tarifas establecid as y no saldrían del vagón sellado. Finalmente, Lenin, consciente de la pol émica y las acusaciones que recibiría por pactar con el enemigo, se impuso la obligación de evitar hablar con ningún alemán.
Hicier on el viaje 32 pasajeros, todos emigrados rusos excepto Platten –que sería el interlocutor con los oficiales alemanes y el revolucionario comunista Ka rl Rádek que tenía pasaporte austriaco. También formaban parte del grupo Gr igori Zinóviev, Inessa Armand, Grigori Safárov y V.V. Vorovski. Los pasajer os se reunieron en un hotel de Zurich el 9 de abril y tomaron un tren local hasta la frontera alemana. Allí, en Gottmadingen, estaba el tren esperándo los. Los emigrados rusos fueron acomodados en un vagón de segunda-tercera c lase en el que también viajarían dos oficiales alemanes que recibieron la o rden de permanecer en un compartimento en el fondo del vagón, tras una líne a trazada con tiza que dividía el territorio alemán del territorio ruso. Se precintaron tres puertas del vagón, pero se dejó abierta la cuarta que est aba junto al compartimento de los oficiales alemanes. En verdad el famoso v agón sellado nunca lo estuvo. Algunos emigrados pudieron hablar con otros p asajeros o con ferroviarios y soldados en las estaciones donde se detuviero n, pero en general se impuso la discreción y el aislamiento para evitar que llegasen informaciones a Rusia de que habían hablado con ciudadanos enemig os en territorio enemigo.
El 12 de abril llegaron al puerto norteño d e Sassnitz, en el mar Báltico. Aquel mismo día viajaron en el transbordador Queen Victoria hasta el puerto sueco de Trelleborg, donde fueron obsequiad os con un banquete de bienvenida por colaboradores de Lenin. Al día siguien te tomaron el tren para Estocolmo. Allí fueron agasajados de nuevo, esta ve z por el alcalde y otras autoridades en el que se convirtió en el primer re conocimiento por parte de oficiales extranjeros del liderazgo de Lenin. Des pués tomaron el tren vespertino en dirección norte, camino de Harapanda, en la frontera septentrional con Finlandia. Tras varias horas de viaje, cruza ron en trineo el río helado hasta la población de Tornio. Los guardias de f rontera rusos les hicieron un breve registro (Finlandia todavía era un Gran Ducado anexionado a Rusia) y pudieron tomar otro tren hasta Helsinki.
< p>Desde Helsinki los emigrados cogieron el ferrocarril para Petrogrado. En la frontera administrativa ruso-finlandesa les esperaba Kámenev, que fue re cibido con cierta frialdad por Lenin. Finalmente tras ocho largos días de v iaje, el tren entraba ya de noche en la estación Finlandia de la capital ru sa. En el andén formaron dos unidades de marineros como guardia de honor de Lenin. Fuera de la estación le esperaban miles de bolcheviques, mencheviqu es y socialistas revolucionarios del soviet de Petrogrado. La gran mayoría nunca habían visto al líder bolchevique. Lenin se subió a un vehículo blind ado y les dijo sin sutilezas que había que acabar con el capitalismo en Rus ia y el resto de Europa, que el Gobierno provisional les había engañado y q ue los auténticos socialistas no debían prestarle ningún apoyo.