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Investigaciones

Jamaica: Marcus Garvey, el afroamericano que quiso unir a toda África en un solo país

Marcus GarveyMarcus Garvey

La utopía del regreso de todos los afrodescendientes al continente para crear una gran nación negra fracasó, pero sus ideas influyeron decisivamente en los movimientos anticoloniales de mediados del siglo XX

Los historiadores no se ponen de acuerdo a la hora de fijar las cifras de la trata de esclavos africanos durante más de tres siglos. Se calcula que al menos entre 10 y 15 millones de personas fueron capturadas en África Occidental y transportadas a la fuerza por los europeos para ser vendidas al Nuevo Mundo. Sin duda, una de las grandes manchas de la era moderna que debe avergonzar a todos los países occidentales –incluida España, que no la abolió hasta 1880– sin excepción.

 Del mismo corazón de la tragedia de la esclavitud nació el mito del retorno a la Madre África. Durante varias generaciones miles de afrodescendientes fueron forjando una identidad propia y una de las ideas que construyó su sentimiento de grupo fue la del regreso, algún día, a una idealizada África, la patria de la que fueron despojados sus antepasados y que era concebida como una suerte de Tierra Prometida. No por casualidad también se han bautizado a estas ideas como sionismo negro.

 Liberia: el primer retorno

 Aunque se trató más de una creencia religiosa que de una voluntad de regreso real, existen algunos episodios en la historia de intentos de ‘repatriación’. Quizás el más significativo sea el que permitió en 1847 el nacimiento de Liberia, un Estado soberano ubicado en África Occidental y fundado por antiguos esclavos liberados de EE.UU. Curiosamente (o no tanto) este fue un proyecto más blanco que negro. A principios del siglo XIX la esclavitud fue abolida en los Estados del norte. Sin embargo, los conflictos raciales llevaron a muchos abolicionistas blancos a pensar, de un modo paternalista, que la comunidad negra nunca podría desarrollarse libremente en América y que la solución radicaba en que volvieran al continente de sus ancestros.

 Fue entonces cuando muchos de estos libertos, ya fuera por motivos sentimentales o económicos, se apuntaron a la causa. Se estima que unas 15.000 personas pudieron trasladarse a África en las primeras décadas del siglo XIX respondiendo a la llamada de la American Colonization Society, una organización blanca de corte filántropo. Aunque consideraban África como su “casa”, estos colonos afroamericanos no se mezclaron con los nativos, a los que consideraban por civilizar. Unos y otros se miraron con desconfianza desde el principio, algo que es la raíz de buena parte de los conflictos que aún arrastra hoy en día este pequeño país.

 Pese a la experiencia liberiana, el mito del regreso vio un nuevo renacer a principios del siglo XX, y es aquí donde entra la figura de Marcus Mosah Garvey (1887-1940), considerado el padre del nacionalismo negro y del panafricanismo. Nacido en la localidad portuaria de St. Ann’s Bay, Jamaica (por aquel entonces colonia británica), Garvey vivió desde niño la experiencia de los prejuicios raciales. Él mismo contó que compartió juegos con los hijos de un pastor metodista blanco hasta los 14 años, momento en el que éste, viendo la relación que Garvey mantenía con una de sus hijas, obligó a romper ese vínculo. Más tarde siguió el camino de muchos migrantes de su país y viajó a Costa Rica para trabajar en la United Fruit Company, la poderosa multinacional estadounidense que dominaba el comercio de frutas tropicales en el Caribe. Allí constató la discriminación racial e hizo sus primeros pinitos en el periodismo y el activismo sindical.

 Aunque inicialmente se vio atraído por figuras moderadas como Booker T. Washington, influyente líder de la comunidad negra de EE.UU. que abogaba por la educación y la no confrontación, Garvey tomó una vía más radical y se fue convenciendo de que los negros de ambos lados del Atlántico solo prosperarían permaneciendo unidos bajo una misma identidad y una gran nación que debía construirse, claro, en África. El año 1914 fue clave: tras regresar de un viaje a Londres, decidió fundar la Universal Negro Improvement Association (UNIA), es decir la Asociación Universal para la Mejora del Hombre Negro. Su lema resumía perfectamente el proyecto: “One God, One Aim, One Destiny” (“Un diós, un objetivo, un destino”). En solo cinco años, se convertiría en la organización negra más influyente del momento, con un millar de sucursales repartidas por en una treintena de estados de EE.UU., una decena de países del Caribe y partes de África Occidental (por aquel entonces, aún colonias). Garvey se convertiría en el primer líder de masas negro y sus seguidores se contarían por millones.

 El ascenso meteórico de la UNIA se explica en parte por el carisma de Garvey -era un excelente orador- pero también por un determinado contexto. Por un lado, están los efectos de la Primera Guerra Mundial. Muchos afronorteamericanos (tanto de los EE.UU. como de las colonias británicas del Caribe) lucharon codo con codo con sus conciudadanos blancos en Europa en pro de la democracia. Al volver a sus países se encontraron que todos esos ideales de libertad no valían para ellos y que, lejos de ser considerados héroes, mantenían su condición de ciudadanos de segunda. En EE.UU., pese a que la esclavitud se había abolido en 1863, las leyes Jim Crow sostenían un sistema segregacionista en los estados del sur y, para más inri, el supremacista Ku Klux Klan vivía entonces un segundo auge . Los datos hablan por sí solos: unos 300 negros del sur fueron ahorcados entre 1917 y 1922 por el Klan.

 Además, muchos afroamericanos del sur emigraron al norte durante aquellos años en busca de oportunidades, lo que creó unas nuevas clases urbanas y obreras mejor formadas y también más politizadas. No hace falta recordar que el contexto mundial era de gran efervescencia y que el triunfo de la Revolución Rusa en 1917 supuso una importante sacudida. Finalmente, los años 20 verían nacer al primer gran movimiento intelectual y cultural afroamericano, el llamado Renacimiento de Harlem, que tuvo como epicentro este barrio de Manhattan y que contó con figuras como los escritores Langston Hughes o Zora Neale Hurston, el pintor Aaron Douglas o el músico Duke Ellington.

 La ‘Black Star’

 Garvey entendió a la perfección estos movimientos y, en 1916, decidió trasladarse precisamente a Harlem para liderar el desarrollo de la UNIA en EE.UU. Desde Nueva York no solo predicó el orgullo negro sino que impulsó un ambicioso proyecto político y empresarial para ejecutar sus ideas. No solo se trataba de preconizar un retorno ideal a África; se trataba de volver y contribuir a la liberación de África de las metrópolis europeas. Para ello, Garvey y los suyos crearon un complejo entramado empresarial con el fin de ‘emancipar’ a la comunidad negra de los intereses blancos.

 Fundó así la Corporación Negra de Industrias, que llegó a aglutinar todo tipo de negocios, y el Sindicato Político Univesal de Negros, más enfocado en reformas en materia de sanidad, educación y vivienda. También fundó el Negro World, el primer gran periódico negro de masas, que se editó en Harlem entre 1918 y 1933 y que tuvo notables tiradas en EE.UU., el Caribe y partes de África. Sin embargo, la joya de la corona era la naviera Black Star, cuyos barcos estaban destinados a trasladar a miles de afroamericanos a su hogar.

 Para completar el proyecto era necesario un destino y así es como surgió el llamado plan liberiano. Garvey envió varias delegaciones a Liberia -irónicamente él nunca pisaría África- para negociar con el gobierno del país (que, junto a Etiopía, era el único estado africano independiente del momento), una concesión de tierras y el desarrollo de distintos planes de infraestructuras que llevarían a cabo sus empresas. La mano de obra la pondrían precisamente los repatriados. La desconfianza de los gobernantes de Liberia y las presiones de las colonias vecinas dieron al traste con el plan.

 La UNIA vendió miles de participaciones a afroamericanos de todas partes y condición. Así, logró el apoyo de pequeños inversores pero también donaciones de acaudalados empresarios. En los primeros 20 Garvey viajó por todo el Caribe con alguno de sus barcos para convencer a los pequeños inversores de que apostaran por la Black Star Line. La gira fue espectacular. Fue recibido con honores de Estado y sus mítines en Jamaica, Cuba, Costa Rica, Haití o Panamá contaron con la presencia de miles de personas que compartían el sueño del retorno. Con cierto halo de mito, aún hoy estas visitas se conservan en la memoria popular de la región.

 La Black Star Line llegó a comprar tres navíos de segunda mano y que compartían el mismo problema: ya no estaban en las mejores condiciones para grandes travesías tras haber sido usados en la Guerra. Ninguno de ellos llegó a atracar nunca en costas africanas. La empresa fue un fracaso total y cerró en 1922 cargada de deudas. Además de una pésima administración, parte de la culpa la tuvo la acusación de fraude que pesó contra la compañía y el propio Garvey. Detrás de este proceso estuvo el que sería después el temido fundador y director del FBI, el furibundo anticomunista John Edgar Hoover. Viendo el poder de convocatoria que Garvey estaba alcanzando, se había convertido en una gran preocupación para las autoridades. Fruto de esta investigación, Garvey acabaría en la cárcel en 1924 y siendo deportado a su Jamaica natal en 1927. Su movimiento y su pequeño (y poco exitoso) imperio empresarial comenzaban el declive.

 Y es que lo de líder masivo no había sido ninguna exageración. Una buena muestra de ello es la celebración del primer congreso de la UNIA en 1920 en el Madison Square Garden de Nueva York. Congregó a dos mil delegados de 25 países en 4 continentes y concluyó con una Declaración de Derechos de los Pueblos Negros del Mundo. Los desfiles por las avenidas neoyorquinas resultaron llamativos. Marcharon las unidades de la llamada Legión Africana, una especie de cuerpo paramilitar, y de la Cruz Negra, un cuerpo de enfermeras. Garvey, que se había autoproclamado nada menos que Presidente Provisional de la República de África y que alimentaba un cierto culto a la personalidad, vestía con atuendo de gala, incluyendo sable, uniforme militar, sombrero de plumas y numerosas insignias. Estas actitudes le valieron la fama de excéntrico y fanático.

 Los ‘acuerdos’ con el KKK

 De hecho, Garvey fue un personaje controvertido y lo sigue siendo, especialmente por la relación que mantuvo con el Ku Klux Klan. En 1922 se entrevistó con el líder del Klan, Edward Young Clarke, en un motel de Atlanta, y ambos coincidieron en la necesidad de un plan de retorno a África. Resulta más lógico de lo que pueda parecer: ambos compartían el dogma de la pureza de la raza y estaban mutuamente convencidos de que blancos y negros no podían convivir ni mezclarse.

 Más adelante, con el movimiento de Garvey ya en plena decadencia, el congreso de la UNIA de 1938 llegó a dar apoyo al Proyecto de Ley para la Repatriación de los Negros que impulsó el senador por Mississipi y supremacista blanco Theodore G. Bilbo. Como es obvio, estas ideas de corte racista le acarrearon numerosas críticas entre la propia comunidad. Su principal rival intelectual fue el también panafricanista estadounidense W.E.B. Du Bois, que llegó a considerar a Garvey el “enemigo más peligroso de la raza negra”.

 Pese a todo, la influencia de Garvey resulta indiscutible. Treinta años después los padres de la descolonización en África defenderían un continente unido a imagen y semejanza del que había predicado el jamaicano. Además, Garvey y la UNIA dieron a África una identidad moderna. Los colores rojo, verde y negro de la organización de Garvey tiñen muchas banderas de los países que nacieron en la década de los 60 y 70 y, de hecho, en la bandera de Ghana, cuyo líder independentista Kwame Nkrumah fue admirador de Garvey, luce una estrella negra en homenaje a la Black Star Line. También influyó en dirigentes como Nelson Mandela.

 Aunque influyó en el movimiento pro derechos civiles de Martin Luther King , su impronta en EE.UU. se dejó ver sobre todo en el llamado nacionalismo o separatismo negro que representan organizaciones como la Nación del Islam o los Black Panther. El propio Malcolm X cuenta al arranque de su célebre autobiografía que su padre fue un seguidor acérrimo del garveyismo y él mismo le reconoce como uno de sus mayores influencias. Garvey conserva además seguidores en el Caribe, sobre todo en ‘su’ Jamaica, donde fue proclamado héroe nacional.

 El culto rastafari, que también predica en favor del retorno a África, ve a Garvey como un profeta que señaló al emperador Haile Selassie I de Etiopía como una encarnación negra de Cristo. Por ello, la memoria de Garvey y su utópico proyecto todavía permanecen intactos en muchas canciones de reggae y el mismísimo Bob Marley le idolatró.


 Fuente:
Autor: JAUME PI. Tomado de La Vnguardia, Historia y Vida (lavanguardia.com)
Observatorio de Medios del Centro de Saberes Africanos, Americanos y Caribeños

 


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