*Autor: Marcel Roo
Chile: Reflexiones de una derrota
Chile acaba de protagonizar un acontecimiento negativo para las fuerzas democráticas. Su proyecto de Constitución con el que se pretendía derogar de manera definitiva esa bazofia heredada de la dictadura de Pinochet fue rechazado de manera incuestionable por la ciudadanía.
Aunque se esperaba una contienda pareja, la diferencia abismal de 25 por ciento reflejada en los resultados: 38 % Apruebo 62% Rechazo, impactó profundamente el escenario político.
¿Por qué ocurrió esto? Las repuestas deben ser parte de una reflexión profunda sobre el comportamiento popular que, ante la posibilidad de lograr reivindicaciones para su buen vivir, prefirió el facilismo de dejar las cosas como están.
Después de un largo proceso de combatividad en las calles por parte de las nuevas generaciones en busca de cambios fundamentales en el país, de repente, esa confianza ganada con mil actos, se perdió con uno celebrado el pasado domingo 4 de agosto.
Fueron años y meses, días y días, construyendo la esperanza en el Chile nuevo, pero en la recta final, ese exceso de confianza y la ofensiva enemiga parecieran haberse coaligado en el propósito de fomentar la duda y la difusión de noticias falsas o Fake news, como se les llama ahora.
Los medios de comunicación cartelizados bajo la hegemonía de la familia Edwards, propietarios de la empresa periodística El Mercurio con la complicidad grotesca de periodistas tarifados inundaron a todo lo largo de Chile las mentiras y denuestos contra el Apruebo.
Los viejos gurúes del lacayismo pro imperialista Ricardo Lagos, Eduardo Frei hijo, entre otros especímenes de su calaña-, fueron los primeros en adversar el proyecto de nueva Constitución, y a ellos se le sumaron las fuerzas más reaccionarias añorantes de la dictadura pinochetista.
El hándicap concedido por el Apruebo –exceso de confianza, soberbia y escasa propaganda en los sectores populares, entre otros- unido a la posición vacilante del Presidente quien como líder de la nación llegó incluso a decir que si gana el rechazo convocaría a un nuevo proceso, dando a entender con esas palabras que la posibilidad de que esto ocurriera ya dominaba la opinión pública.
No es de extrañar esta actitud ambigua en Gabriel Boric. Ya la había manifestado en los comienzos del proceso, cuando votó con la derecha a favor de cambiar la convocatoria a una Asamblea Constituyente por el eufemismo de la Convención Constitucional.
En este contexto, suscribimos totalmente las palabras del presidente NIcolás Maduro en el sentido de que ese proceso fue mediatizado y maniatado desde el inicio por el Congreso con lo que se perdió la oportunidad de generar un proyecto de Constitución soberano y originario.
Ya el cambio de denominación de Asamblea Constituyente por Convención Constitucional coartaba esa posibilidad. Es público y notorio el despliegue de opiniones mentirosas y llenas de odio desatadas por la derecha pinochetista que sin pudor alguno acusaba al proyecto de ser una copia de lo que llaman el chavismo. “Quieren convertir a Chile en otra Venezuela. Crear una dictadura de la cual huyen millones y millones de venezolanos” Así eran las consignas.
Lo que por ahora no podrá ser
La derrota de la opción Apruebo aleja por ahora y quien sabe por cuánto tiempo, la posibilidad de dotar a Chile de un instrumento legal de verdadera condición democrática. El fantasma de Pinochet sigue rondando en el escenario político de ese país. Ya lo dijo el presidente de Colombia Gustavo Petro en dos tuits que han dado la vuelta al mundo y, por supuesto, han generado la furia de los derechistas chilenos.
Revivió Pinochet, escribió el gobernante en su primera reacción y luego precisó: Sólo si las fuerzas democráticas y sociales se unen, será posible dejar atrás un pasado que mancha a toda América Latina y abrir las alamedas democráticas.
En efecto, la derrota de la propuesta nueva significa la permanencia de las disposiciones contenidas y elaboradas a la medida del fallecido dictador, hasta que las fuerzas renovadoras vuelvan a impulsar un movimiento que las entierre para siempre.
El pueblo si se equivoca
En unas elecciones venezolanas el líder y candidato democratacristiano, Rafael Caldera, al resultar perdedor dijo una infeliz frase: “el pueblo nunca se equivoca” sólo que la vida política ha demostrado lo contrario el pueblo si se equivoca muchas veces, como acaba de suceder en Chile.
En Venezuela las equivocaciones del pueblo nos costaron muchos años de dictadura y 40 años de democracia corrupta y asesina; en Chile, las equivocaciones han dado como resultado más de treinta años de gobiernos con fachada democrática pero ideológicamente amarrados a las demandas del capital neoliberal.
El pasado domingo 4 de octubre, el pueblo chileno volvió a equivocarse y por un tiempo, posiblemente largo, no volverá a ver surgir la esperanza de una democracia de derecho y de justicia, paritaria donde la clásica y odiosa división del poder en desmedro de las mujeres desaparezca.
Se aleja la esperanza de un Estado plurinacional e intercultural de reconocimiento a los pueblos y naciones indígenas que forman parte del territorio y en la actualidad son tratados de manera discriminatoria. También se distancia la posibilidad de que la Ley reconozca el ejercicio libre, autónomo y no discriminatorio de los derechos sexuales y reproductivos, así como el aseguramiento de condiciones para el embarazo, parto y maternidad voluntarios y protegidos y, en los casos necesarios la interrupción voluntaria del embarazo.
También se aleja la posibilidad de tener un Chile transformado en un Estado Social y Democrático de Derecho que asegure la provisión de bienes y servicios en beneficio de todos los habitantes, como un deber inalienable de dotar al país de educación, vivienda, salud, pensiones y trabajo.
Así mismo, el rechazo dio su visto bueno a la burocracia parlamentaria enquistada fundamentalmente en el Senado, ya que de haber ganado el Apruebo sería eliminado por la creación de un Congreso de Diputados y Diputadas y una Cámara de las Regiones.
Estas y otras decisiones tomadas por la Convención Constitucional se perdieron, quizás en poco tiempo, cuando pase el lamento de los perdedores y la pérfida alegría de los vencedores, vendrán los lamentos de quienes tuvieron la ocasión de abrir cause a una democracia verdadera y no quisieron.
Sin embargo, como ya algunos comienzan a precisar, se ha perdido una batalla y la esperanza de llegar a una mejor sociedad continúa. Solo hay que estar mejor preparados para no caer en los errores del presente.
Convencido de que esto último es así, cierro estos comentarios con las palabras de Juan José Parada Ortiz, guionista chileno hijo de José Manuel Parada Maluenda uno de los tres militantes comunistas degollados en 1985 por los Carabineros.
“El país acaba de decidir botar por la borda una propuesta constitucional que nos iba a instalar a la vanguardia en temas medioambientales, en igualdad de género, en defensa de los recursos naturales, en respeto a las diversidades, en amor al prójimo. Sigo pensando que actuamos bien y nuestro único destino es insistir en lo mismo. El país no debe seguir siendo manejado por la banda de inmorales que controlan y financian a los grupos tras la campaña del rechazo y que tienen una fuerza enorme en el Congreso. Es nuestro deber seguir dándoles frente con todas las armas de la democracia. ¡Aquí nadie se rinde carajo!