El jueves 30 de abril de 2015, las calles del pequeño pueblo de San José de Tiznados, Estado Guárico permanecieron en total silencio hasta muy entrada la noche. Al mediodía, una multitud llenó la avenida Bolívar, la que va a Calabozo, para acompañar y decir adiós a la señora Teresa Bolívar, quien falleció “ayer” en la mañana. De Caracas, de San Juan de Los Morros, Ortiz, San Francisco, Tigüigue, Calabozo, Tinaquillo y otros lugares, llegó gente, en su mayoría humilde como la ahora difunta, pero sin faltar de otras clases, y hasta dignatarios internacionales.
En la Fiestas Patronales de 2019, una carroza se llevó toda la atención de la grata gente de Tiznados. En la escuela de educación inicial un grupo de niñas fueron vestidas con trajecitos a la usanza de la señora Teresa. En la pancarta se leía “Velorio de cruz de mayo en homenaje a Teresa Bolívar”. Era una memoria dedicada a quien fue la gran promotora de las tradiciones populares de aquel pequeño pueblo. Las graciosas damitas llevaban bastón y lentes, tal como se recordaba a Teresa en sus últimos años de vida, antes de que perdiera su dura batalla contra el cáncer de mamá, enfermedad que no pudo impedir que muriera lucida, saludando hasta al final a sus parientes y amistades y se despidió como soñaba, en su casa grande sembrada de un sinfín de plantas frutales y ornamentales que cultivó en un terreno que otrora solo daba cujíes. Esos patios y la casa fueron declarados “Bien Cultural de la Nación” por el Instituto Nacional de Patrimonio. Ahora reclaman un poquito de atención por el gobierno nacional y regional para su restauración y mantenimiento.
Teresa vió la luz terrena el 15 de octubre de 1943, el día de la poetisa y santa Teresita de Jesús, en el conocido pueblo de San José de Tiznados, el mismo donde vio la luz la negra Matea Bolívar, el mismo pueblito, en cuyas afuera en 1818, los realistas atentaron contra Simón Bolívar. Fue hija de la negra (María) Eloísa y de Simón Blanco.
Tuvo seis hermanos y una hermana, algunos de ellos de gran liderazgo y de ganado respeto en en la cuenca del Tiznados como Francisco “Pancho”, Pedro “Perucho” y Teodoro. Sus otros hermanos fueron Germania, Gonzalo, Militon y Austerio. Ocho hijos e hijas en total, tuvo la "negra Eloía", por lo que la familia Bolívar, proveniente del ala de Matea, se expandió ampliamente en los Tiznados y de allí a los estados vecinos de Guático, incluyendo Caracas.
Teresa nació, como sus hermanos, por parto natural, ahora llamado pomposamente “humanizado”. Se crió en la finca “El Rincón de los Toro”, los mismos corederos del atentado al Libertador eb 1818. Esas amplias tierras pertenecieron a sus padres por muchos años, hasta la muerte de Simón Blanco cuando por trampas de uno de los terratenientes de la época fueron arrancadas de las manos de sus legítimos herederos,
Creció en la casita de bahareque del pueblo, que no se perdió en aquellas marramucias, corriendo en unos áridos terrenos llenos de cujies que iban desde la desembocadura de la calle Guárico, cerca de la cruz de la misión hasta la carretera que va desde la manga de coleo hacia el viejo puente del río Tiznados.
Contaba seimpre Teresa las enseñanzas que recibió del lado de su mamá. De ella adquirió cuatro cosas fundamentales: la preparación de los deliciosos platos criollos como el pabellón, guisos, carnes, hervidos, sopas, asopados y la exclusiva receta de las hallacas que hacía que las muchachas del liceo fueran a su casa a saber como hacer aquellas multisapidas, porque Teresa, como su madre, creía que se aprende y viendo y haciendo. Nada más exquisito como sus dulces, el arroz con leche, con coco, el de lechosa, cabello de ángel, jalea de mango, y el de ciruelas de huesito. “Cómo para que no diga lo que dijo ayer” les decía a los comensales que llegaban a su casa atraídos por su alegre conversación y, claro, por aquellos mangares que ella obsequiaba muy oronda.
La segunda sabiduría heredada de Eloísa, fue la siembra y cuido de plantas frutales, medicinales y ornamentales. El patio de la Negra Eloísa olía siempre a guayaba, a riñón, a tamarindo, a mango, a almendrón; y también a cayena, a rosas, a flores silvestres; a yerbabuena, a orejano, a toronjil. Lo mismo hizo en sus propios patios, en la casa que construyó en los desiertas tierras por las que corría de niña.
La tercera clave de vida fue la cría de animales domésticos como gallinas, cerdos (que ellas llamaban sin tapujo cochinos). Decía Teresa que “Hay que tener una cochina preñada y otra parida, un cochino verraco y otro engordando; las gallinas comen maíz, y atienden al grito de “pico, pico, pico, pico”; y hay que dejarlas que coman lo encuentren en la tierra, sino no ponen; estar pendiente de cuándo están culecas para que se echen y saquen pollitos”.
Al igual que su madre, Teresa tuvo 8 muchachos, cuatro chicas y cuatro chicos: Jovita “Yoba”, Pedro “Pilingo”, Uvel, Reinaldo, Laura, Richard, Eloísa y Marina “Nene”. A todos los hizo hombres y mujeres de bien. Y le salieron con vocación social y deportistas. Teresa, estimulaba la vocación de sus hijos, Uvel y Richard fueron destacados deportistas, por lo que ella cedió parte de sus terrenos para que hicieran la primera cancha de básquetbol del pueblo “La cancha de usos múltiples Richard Bolívar”.
La cuarta sabiduría, tomada de sus mayores, fue la fe y la solidaridad humana. Ferviente católica liberada, creía firmemente en el Jesús de Nazaret cercano a los más necesitados, en la Virgen María Auxiliadora consoladoras de los afligidos, en el San José trabajador y respnsable y en José Gregorio Hernández medico de los pobres. En su amplia espiritualidad mantenía el recuerdo por sus difuntos, en especial su madre, hermanos y luego por sus dos hijos Pedro y Richard. Jamás faltó su presencia solidaria, espiritual y material en las casas de los enfermos y caídos en desgracia. Si era necesario se convertía en enfermera para ir a cuidar a un familiar o amistad; en cocinera para llevar a un convaleciente un buen consomé o un jugo de frutas de la temporada. Cuando alguien partía de esta tierra su abrazo y su silbante oración eran obligados en el velorio y en el sepelio.
La necesidad que carcomió al campo venezolano en los años 70 y 80, la obligaron a emigrar, como millones de venezolanos a la Caracas. Allí trabajó en una industria textil durante 18 años. Yendo y viniendo a su pueblito, cuando aún ni siquiera se soñaba con el asfalto en las carreteras que iban de San José a Dos Caminos. En Caracas, su estampa de mujer alta, fuerte, de llanera hermosa por naturaleza, se vio enriquecida por los atuendos, que aunque sencillos sabía llevar con elegancia. Era una mujer bella y bien vestida. Cuando regresó definitivamente a su llano, optó a usar coloridos y sensacionales vestidos tradicionales o de África.
Gustosa de la música de arpa y del violín tuyero convirtió su casa l en un verdadero ateneo popular. Grandes copleros de los Tiznados iban a sus corredores para practicar mientras escuchaban los acetatos que Teresa y su hijo Richard, otro ser excepcional que se fue muy pronto, les colocaban junto al infaltable cafecito cerrero de las tres de la tarde.
Como era una mujer muy servicial con la comunidad le llegaban quejas y planteamientos. Solicitudes de pensión, medicinas, ropa para los más necesitados, ayudas para personas movilidad reducidas. Ellas de alguna forma las canalizaba, se les hacía llegar a alguien con alguno de sus hijos, era una vocera silenciosa, hacía sin decir, como en el evangelio "Qué no sepa tu mano izquierda lo que hace tu mano derecha".
Su fe católica la llevó a conocer el sstado Táchira, Portuguesa, Trujillo, para ir a orar al Cristo de La Grita, a la Virgen de La Coromoto y a José Gregorio. Era independiente, sino la llevaban, sencillamente se iba en autobús, cualquier duda de como ir la resolvía con "Preguntando se llega a Roma".
La última vez que rezó en voz alta fue en una clínica en Caracas, donde convalecía de un cáncer de mama, el 20 de abril de 2015, en el tercer año de la desaparición de Richard. Ella quería hacerle una misa, pero ese día en la mañana debió ser hospitalizada de emergencia. En la tarde, a la seis, pidió a Laura y Reinaldo que rezaran un Padre Nuestro y Tres Ave María por el alma de su menor hijo. Su voz no le daba para más. El 24 de abril, por su propia voluntad pidió volver a su casa grande, a ver su gente, a despedirse, a usar sus últimas fuerzas para sonreír, dar una palabra de aliento y rozar con sus dedos a sus hijos amados
El 29 de abril de 2015, Teresa de Jesús, la Floricultora de los Tiznados, a los sententa y un años vió la luz de la inmotalidad.. Para todos fue dolorosamente increíble ver a aquella mujer tan fuerte física y espiritualmente sucumbir. Aquel miércoles de araguaneyes floridos de abril, los mismos que despidieron a hijo Richard, tres años atrás, la señora Teresa de Jesús, decidió seguir amando a su gente desde otro plano. Su ejemplo de mujer sencilla y humilde, haciendo su revolución desde su rincón, perdura en su pueblo, en pequeños y grandes. Son esas vidas que sin mucho ruido ni propaganda marcan otras vidas. Son historia que merecen conocer las nuevas generaciones.
"Nada te turbe,
nada te espante
todo se pasa
Dios no se muda,
la paciencia todo lo alcanza;
quien a Dios tiene nada le falta;
solo Dios basta"
(Teresa del Avila (Sta Teresa de Jesús)
Autor Reinaldo Bolívar. Cuarto hijo de Teresa de Jesús Bolívar
Estado Guárico, zona llanera, ubicada en el centro de Venezuela.
Por AiSUR