EL CONGO: Religión y sabiduría ancestral
La República del Congo se encuentra en la costa atlántica del centro de África. El país cuenta con una relativa escasa zona litoral, en la que se encuentra la segunda ciudad más importante del país, Pointe-Noire. Los territorios al norte de Brazzaville, la capital se encuentran dominados por amplias extensiones selváticas. En este sentido cabe destacar el estado de Impfondo, el único dominado íntegramente por la selva. Brazzaville se ubica en las orillas occidentales del Río Congo.
RELIGIÓN
Encarnan conceptos como el monoteísmo, el animismo, el vitalismo, el espíritu y el culto a los antepasados varían ampliamente entre los grupos étnicos. Las sectas sincréticas a menudo combinan el cristianismo con creencias y rituales tradicionales. Hay personas que creen en Nzambi, un Dios de la bakongo de Angola. Nzambi se dice que es omnipotente y omnisciente También se dice que el mundo fue hecho por Nzambi después de una gran enfermedad. Vomitó el sol primero, seguido por las estrellas, los animales y las personas. Después de la creación del mundo y de la humanidad, el Nzambi Dios ha unido a los espíritus ancestrales y ha vuelto a vivir con ellos. Del mismo modo creen que sus familiares muertos pueden unirse a los espíritus ancestrales en su propio mundo y se convierten en los guardianes de sus familiares vivos.
SABIDURÍA ANCESTRAL
Los fetiches constituyen un fenómeno único en la cultura de Congo. Todos los fetiches son llamados Nkisi, palabra autóctona local que quiere decir hechizo. Un Nkisi no sólo designa una estatuilla, sino cualquier objeto que haga las veces de recipiente consagrado por un hechicero. Un Nkisi se fabrica por etapas. El Nganga, brujo, encarga al artesano una figura de madera. Una vez terminada la talla, el Nganga incorpora los materiales mágico-medicinales denominados Bilongo. Esa sustancia se introduce en un relicario. El Bilongo se suele colocar en el abdomen. Posteriormente, la figura, con o sin relicario, puede ser cubierta de clavos y hojas de metal, cada pieza con un propósito y un mensaje concreto.
Nkisi Nkondi fue una vez el Apolo de África y de hecho no es solo la más pieza excepcional de su tipo, pero una de las esculturas más impresionantes y convincentes de todo el arte africano, con las manos apoyadas en las caderas la pose de esta figura juvenil refleja una gran confianza en sí mismo
Su cuerpo está impregnado de tensión, pero gracias a su estricta simetría y frontalidad su energía potencial se libera a través de los ojos bien abiertos y la boca con los dientes al descubierto. Dado que la figura se usó como arma en el contexto de prácticas mágicas, sus rasgos faciales están diseñados para transmitir precisamente este efecto, los ojos demasiado grandes, acentuados por pedazos de concha, tienen una mirada que puede causar mal
Sin embargo, en el Yombe, un subgrupo de de Kongo, no era tanto la apariencia de la figura, de la que era responsable sino de las funciones del fetiche lo que aseguraba que un Nkisi Nkondi cumpliría su propósito. Nkondi significa clavo y el torso de la figura está tachonado con clavos y hojas de hierro clavadas en él. El ombligo de adobe es un cilindro que contiene poderosas sustancias mágicas, cubierto por una magnífica concha de cauri, que recuerda un ombligo o vulva.
Las primeras figuras mágicas traídas de África por los portugueses recibieron el nombre de “fetiches”, palabra derivada de feitiço que significa “ficticio, falso, artificial”. Este término ha acabado por imponerse y aplicarse a todas aquellas piezas objeto de culto o a las que se les atribuye un poder mágico, otorgado, al parecer, por sustancias vegetales, animales o minerales introducidas en oquedades de la figura y principalmente en el vientre, fuente y sede de la fuerza vital y por los encantamientos realizados por el adivino, sacerdote o hechicero.
El fetiche es originalmente un objeto de poderes ficticios. Su uso, tanto del término como del objeto, le ha ido confiriendo una amplia gama de poderes que van desde el de simple amuleto o talismán hasta poderes exclusivamente divinos. El fetiche no tiene fuerza por sí mismo, sólo es el soporte material que el hombre ha fijado en él mediante ritos y sustancias.