Martires de Uganda
Autor: Lázaro Bustince
Namugongo, Uganda
Unos dos millones de peregrinos, procedentes principalmente de todas las regiones de Uganda y de otros países vecinos, se encontraron el pasado 3 de junio en el Santuario de los Mártires de Uganda, en Namingongo, que se encuentra a 8 km de la capital, Kampala.
Esta es la mayor aglomeración nacional de cada año, que siempre ronda los dos millones de peregrinos. Es una celebración muy festiva, alegre y emocionante de la fe de los Mártires de Uganda y de sus pueblos.
La celebración de este año fue animada por la Diócesis de Fort Portal, con su pastor Robert Muhiirwa, Akiiki. Las celebraciones anuales del Día de los Mártires se reanudaron después de una pausa de dos años tras el estallido de la pandemia de la COVID-19 y las directivas gubernamentales que prohibían todas las reuniones públicas en el país. Durante estos dos últimos años se hicieron celebraciones en línea y el evento contaba con la participación de millones a nivel internacional.
El Día de los Mártires de Uganda conmemora el martirio, a fines del siglo XIX, de un grupo de 23 hombres anglicanos y 22 católicos a quienes el entonces rey de Buganda Mwanga II ordenó que los ejecutaran por haberse convertido al cristianismo.
El misionero y antropólogo, Padre Blanco, Aylward Shorter, que ha escrito extensamente sobre el papel y el impacto de la Iglesia católica en el África oriental moderna, describe los últimos momentos de los mártires de Uganda:
“El 3 de junio de 1886 marcó el clímax de la ejecución de los mártires de Uganda por orden de Ssekabaka Mwanga II, rey de Buganda. En esta fecha, tres cristianos convertidos fueron reducidos a cenizas en el Santuario Anglicano mientras que 12 fueron asesinados en el santuario católico.
Al menos 45 mártires fueron asesinados hace 137 años por la fe. Entre ellos había 23 anglicanos y 22 conversos católicos y varios musulmanes que se cree que fueron ejecutados antes.
El 26 de mayo de 1886, el rey convocó a 26 pajes reales, que habían abrazado el cristianismo, y les pidió que denunciaran la nueva fe, que rechazaron. Todos declararon que estaban dispuestos a seguir siendo cristianos hasta la muerte. Esto enfureció a Mwanga y decretó que todos fueran llevados a Namugongo, donde serían quemados vivos”.
Uno de los aspectos más interesantes del crecimiento de la fe cristiana en Uganda es que fue obra, sobre todo, de los líderes laicos ugandeses, que llamamos catequistas. Hombres y mujeres que se atrevieron a compartir sus valores humanos y su fe cristiana con la población, a pesar de la persecución. El martirio por la fe es muy frecuente en la mayoría de los comienzos de las comunidades cristianas.
También es verdad que las personas que se comprometen a trabajar por la dignidad y la justicia social, en la mayoría de los países, se ven perseguidos y hasta martirizados. Esto no es una teoría, sino una experiencia que constatamos continuamente ante los jefes dictatoriales de todos los pueblos.
Todas las personas comprometidas, mujeres y hombres, que han dado y dan su vida por los valores humanos y por su fe nos iluminan y dan ánimo para que aprendamos a cuidar de los demás.