Enrique Maza presente en la memoria de sus amigos
Marcel Roo, un chileno venezolano, nos narra las últimas horas de un estudiante venezolano, Enrique Maza Carvajal ¨Pellizco¨, torturado y asesinado por los milicos de la dictadura. Deja trestimonio de las gestiones del valiente diplomático venezolano Orlando Tovar Tamayo para liberar a un grupo de venezolanos que estaban prisioneros en el estadio, en evidente peligro de muerte.
El terror y la muerte se dan la mano (titulo original)
Por: Marcel Roo
11 de septiembre de 1973. Desde la madrugada la apacible ciudad de Santiago despierta en medio de ruidos de sable y movimientos de tanques. La gente comienza a movilizarse. El Presiden(8te llega La Moneda: Hay un golpe de Estado monitoreado por los Estados Unidos, cuyos marines rondan por los mares chilenos bajo el pretexto de la Operación Unitas.
Comienza a cumplirse la amenaza hecha desde la Casa Blanca por Richard Nixon, presidente estadounidense, y Henry Kissinger, secretario de Estado. Hay que hacer chillar la economía chilena. Allende es más peligroso que Fidel Castro. Tendrá un efecto negativo Incluso en Europa. No Solo en América Latina.
Bombardeada La Moneda y rodeada de los militares traidores, el Presidente muere a la 11 de la mañana, después de su histórico discurso ratificatorio de su promesa de que solo muerto impedirían que cumpliera el programa del Pueblo.
Se intensifican los allanamientos en la fábricas y lugares donde se sospecha hay partidarios o simpatizantes de la Unidad Popular.
Enrique Maza Carvajal, estudiante de 22 años, a quien llamábamos Pellizco, sale temprano de su apartamento en las Torres de San Borja, donde vivía con Juan LaCorte, Juan Ríos y quien escribe, se dirige a la Facultad de Ingeniería y de allí al Cordón Vicuña Mackenna, conglomerado donde estaban las industrias intervenidas por el Gobierno.
Pellizco había llegado a Chile en 1971, junto con otros estudiantes venezolanos quienes, tras el allanamiento de la Universidad Central de Venezuela por el gobierno de Rafael Caldera, decidieron continuar sus estudios en el Chile que deslumbraba al mundo con el proceso inédito de transitar el camino hacia una sociedad verdaderamente democrática, utilizando las mismas vías del capitalismo dependiente.
12 de septiembre golpear, golpear y asesinar
La empresa Tisol, donde se encontraba Enrique es allanada por boinas negras del ejército chileno. Lo que sigue a continuación son los testimonios de quienes estaban detenidos allí.
El joven Pellizco se encontraba en la Industria Tisol, ubicada en Vicuña Mackenna, cerca de Lucchetti. En esta empresa también había un grupo de obreros acompañados por militantes socialistas universitarios. Este grupo permaneció desde el 11 de septiembre hasta el mediodía del 12, momento en que la industria fue ocupada por boinas negras del ejército los que procedieron a detener unas 50 personas.
Pellizco llegó temprano a la empresa Lucchetti, pero lo cambiaron a otra más chica con el objeto de cuidarlo dada su condición de extranjero. Fue separado del resto y llevado hasta una caseta situada a la entrada de la industria Tisol. Al parecer se le aplicó electricidad, dado los gritos desgarradores que se escucharon.
A las 4 de la tarde, todos los detenidos varones fueron trasladados a Vicuña Mackenna y entregados a carabineros. Las mujeres permanecieron detenidas en Lucchetti.
Pellizco fue también entregado a carabineros. Lo acusaban de ser cubano. Estaba visiblemente golpeado y con las manos amarradas a la espalda. Permaneció de pie junto a un vehículo policial, luego le ordenaron que corriera: Él se negó; “no, me van a matar”. Le ordenan nuevamente que corra y se escuchó un disparo y él cae al suelo frente a la industria de IRT en Vicuña Mackenna.
Aún a las 6 de la tarde, cuando subían a los prisioneros a los buses de Carabineros para ser trasladados al Estadio Chile, el cuerpo de Pellizco permanecía en el mismo lugar.
Otro testimonio que da cuenta de la barbarie de los cuerpos represivos de la dictadura pinochetista es el de la galardonada pintora Carmen Silva. En su relato afirma que los días martes 11 y miércoles 12 permanecía con nosotros un estudiante venezolano.
Describe como en ese ambiente de terror con gran ruido por las descargas de ametralladoras, y a la entrada de la caseta de Tisol estaban el portero, el interventor y el estudiante venezolano. Les pegaban sin cesar… No creo que pueda describir la brutalidad, los golpes hacían que perdieran el equilibrio, y se les golpeaba más duro en el suelo.
Finalmente, relata lo siguiente
Trajeron al estudiante venezolano, siempre en silencio y manteniendo una sonrisa dulce e irónica. Venía sangrando con las manos amarradas en la espalda, semidesnudo, casi inconsciente. Lo traían arrastrando de los cabellos. Nuevamente lo levantaron como un trofeo.
Este venezolano dice que todos ustedes le conocen, a ver, vamos a interrogarlos uno por uno ¿quién conoce a éste extranjero asesino?
Fue la humillación definitiva. Un boina negra, de un culatazo o de una patada, levantaba las cabezas de los compañeros. Todos negaban, creo que fue el único momento en que me corrieron las lágrimas.
El rubio me preguntó si lo conocía. Le contesté que sabía que era un becado venezolano y le pregunté si le habían encontrado armas que lo torturaban en esa forma. Me contestó que ese perro había dado muerte a un carabinero. Le aseguré que no se había movido de nuestro lado. Otro boina negra me mostró una mano herida y me dijo que se la había hecho un joven igual al venezolano con un cuchillo amarrado a un palo.
Un boina sacó un alambre eléctrico forrado, de una bolsa de cuero que llevaba en la cintura, y empezó lentamente a pelarle las dos puntas y a hacer una especie de enrollado en ellas.
Se llevaron al muchacho a la oficina. Por el ventanal pude ver cuando le bajaron los pantalones y aplicaron electricidad en los testículos. Le hacían recuperar el conocimiento tirándole agua.
Carmen Silva dice que luego la llevaron al casino donde estaban las mujeres y de allí las trasladaron a la avenida Vicuña Mackenna y el oficial le desató las manos a Enrique y le ordenó Corre, huevón. El muchacho sin poder tenerse en pie, tropezó con el carabinero que tenía la orden de dispararle Cayó muerto de un disparo en la nuca, contra los muros de la industria IRT.…
Las palabras sobran, pero así acabaron con la vida de un joven venezolano que lleno de ilusiones regó con su sangre tierra chilena herida por la traición.
Honor a quien honor merece: Orlando Tovar Tamayo
Los días posteriores al 11 de septiembre de 1973 fueron de sensaciones indescriptibles: miedo, angustia, pánico, terror. Solo quienes vivimos estos momentos lo sabemos con precisión, por eso nos causa asombro y tristeza ver, escuchar y vociferar a venezolanos que piden y añoran una intervención militar en el país. Se puede saber dónde y cuándo comienza el terror, pero nunca cuando termina.
Pues bien, en aquella situación vivida, surgió un personaje que tendió su mano solidaria: Orlando Tovar Tamayo, embajador de Venezuela en Santiago de Chile, quien no titubeo en ningún momento para abrir las puertas de la embajada como refugio de cientos de hombres y mujeres que buscaban salvar sus vidas de la persecución implacable del criminal brazo ejecutor del pinochetismo.
Orlando Tovar, diplomático de un gobierno democratacristiano, de filiación liberal, obedeció primero a su condición humana de solidaridad y se puso al frente de la búsqueda de compatriotas.
Un hecho ilustrativo de este comportamiento ocurrió cuando personalmente se presentó en el estadio de Chile, convertido en campamiento de prisioneros, en busca de los compatriotas allí presos.
Al preguntar sobre los venezolanos los militares le dijeron que no había, pero un compatriota detenido muy valeroso le dijo aquí estamos 37 venezolanos detenidos.
Tovar inmediatamente se le acercó y él le dio una lista con los nombres de los compatriotas hacinados allí, en peligro de ser asesinados. El embajador hizo valer su condición, sacó al venezolano y de inmediato realizo todas las gestiones para la liberación del grupo.
¿Quién fue el venezolano que rompió con el silencio criminal de los militares? Se llamaba Mariano Rodríguez, lamentablemente fallecido hace varios años en Caracas, quien para el momento trabajaba en la Universidad Técnica del Estado allanada brutamente ese 11 de septiembre y donde también detuvieron para luego darle muerte de manera despiadada al cantor inmortal Víctor Jara.
Orlando Tovar también fue incansable en la búsqueda del cuerpo asesinado de Pellizquito, hasta dar con él y trasladar el cadáver hacia Cumaná.
Igualmente fue su acción diplomática la que permitió traer a otro venezolano de piel oscura, a quien cariñosamente le decíamos el negro Zulueta, quien estaba en un departamento en el centro de Santiago y por el color de su piel no podía salir a la calle ante el temor de que lo apresaran “por cubano”.
Nuestro embajador acompañó a todos los compatriotas que estábamos en su sede diplomática hasta el aeropuerto donde abordamos los vuelos de la Fuerza Aérea Venezolana que nos trajo de vuelta a la Patria de Bolívar.
Honor y Gloria a Orlando Tovar digno embajador de la solidaridad.
Publicado por AiSUR. Premio Nacional de Periodismo Necesario Anibal Nazoa 2020